jueves, 27 de enero de 2011

dueña

Somos dueños de nuestro futuro,
presente y pasado
y ante todo somos dueños de lo nuestro,
de nuestros cuerpos.
Pero somos tan dueños nuestros
que no somos dueños de nada.
Nos creemos tan vivos que el poder nos sigue
cautivando y al adueñarse se adueña de todo,
de todo lo más mínimo y hasta de lo inadueñable:
de nuestros cuerpos.
Sin cuerpo no somos nada.
Sin cuerpo no somos dueños de nuestro pasado,
ni presente, ni menos que menos de nuestro futuro.
Porque el poder nos adueñó y nos borró del mapa,
el poder borró lo que no le gustaba, modificó a la historia
desde sus entrañas.
Y ahora qué hago con los treinta mil hermanos que me faltan,
dónde los busco, díganme dónde busco a mis hijos, a mis hermanos
y a mis padres.
Dónde busco al tal caballo blanco de San Martín y al aceite que tiraron.
Dónde busco a mi país, a mi república.
No me mientan más,
quiero mi cuerpo,
quiero a mi cuerpo devuelta,
quiero mi pasado justo, mi presente verdadero y a mi futuro intacto.
Devuélvanme a mi cuerpo,
que es con lo único que nací,
que es lo único que es mío.

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