jueves, 27 de enero de 2011

veo

Veo, me siento y veo. Veo tu taza de café, la cuchara vacía y a vos, te veo a vos. Sentado, solo y sentado, sentado en la oscuridad de lo temprano, en la madrugada que pasa a ser mañana, en mi cocina, en la mía noche. Y siento, veo y siento. Siento tu respiración antes de oírla, siento cómo inhalas y exhalas, lo siento en mi pecho. Mis pulmones respiran lo que vos. Siento cómo te quemas la lengua con el café que estaba muy caliente, siento lo amargo del mismo, siento el azúcar en mi paladar. Siento el gusto a mermelada. Siento el frío que tienen tus pies que descalzos recorren el pequeño mundo que es mi cocina, siento cómo te cegó la luz blanca cuando apretaste el interruptor. Siento tu cansancio, tu silencio, tu alma. Siento y veo todo desde mi cama, mis sábanas cubriendo mi cuerpo y lo que solía ser tuyo, siento y veo cómo te alejas con cada sorbo que das de tu café.
Mi asiento, mullido y tenso, que antes fue una trinchera donde jugábamos a escondernos del mundo, del enemigo, ahora es mi peor aliado. Mi cama, mi asiento, mis sábanas, todo tiene tu perfume, todo tiene tu voz, tus palabras. Mi ducha canta por el eco del agua, y cuando canta lo hace con tu voz. Mi espejo es un arma de doble filo, el armario ya ni me animo a abrir.
Y mientras tanto, vos estás en mi cocina, pensando en qué vamos a hacer.

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