martes, 25 de octubre de 2011

Relato sobre por qué no escribí un cuento ni continué el anterior para taller.

Voy a escribir sobre el cuento olvidado, el cuento sin final. Tal vez en él Guillermina y Joaquín se mudaron juntos y comieron perdices... o tal vez no. Tal vez la puta musa inspiradora se fue a coger y yo me quedé acá, sola, sin saber sobre qué escribir ni a quién escribirle. Es difícil, eh. Es como atrapar la snitch dorada, en un segundo la tenés acá, enfrente tuyo, a dos milicentímetros y de repente: puf, se fue. ¡La conchuda se fue! ¡Desapareció más rápido que mi ex! Ja, nah, mentira. No tengo ex. Pero el punto es que: una vez que tenés una idea agarrala con mucha fuerza y trabajala en el momento, sino se pierde. O por lo menos a mí, no sé vos.
Pero después pasa que si la trabajas mucho es como un chicle, el cuento sin final, el cuento exagerado que con tal de que "quede completo" pusiste de todo y te queda algo horrible, sin forma ni género, de mil cincuenta hojas y encima con un final horrible. Es como cuando trabajas mucho el músculo se cansa y le agarra fatiga muscular. Algo así pero literario, viste.
Después pasa lo que pasa cuando vas a taller literario y te dan una consigna absolutamente imposible para tus iniciantes capacidades literarias. Ponele, el cuento/etc minimalista no tiene que tener adverbios. Me gustaría saber primero qué es un adverbio y después sentarme a escribir. Lo busqué en Google, medio como que entendí. No mucho igual, pero lo intenté, les juro. Sí, ya sé, yo voy a estudiar Letras y planeo ser profesora. No se preocupen, no creo que sus hijos me tengan a mi como docente.

Bueno, eso me pasa con el cuento. Perdón, profe.

1 comentario:

  1. Belén (del taller =D)25 de octubre de 2011, 20:35

    Jajajajaja sos grosa!!! Yo te diría que cuando atrapás la snitch dorada te la guardes o te la comas (como Harry)...

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