martes, 6 de marzo de 2012

un beso de primavera

Si giro mucho la cabeza es porque siento que veo tu sombra, tu cuerpo blanco resguardándose del sol, tus ojos escondidos detrás de los anteojos. Fue el hábito tal vez, el hábito de saltar hacia lo desconocido con ansias y miedo, pero con ganas. O tal vez fue meramente coincidencia, mi pie pisó el tuyo y nos reímos y nos dimos un beso. Primavera.
Cabe destacar que nunca me gustó la primavera; después de dos estaciones en las cuales puedo evitar mostrarme tal cual soy, escondiéndome bajo un millón de remeras y camperas, la primavera me obliga a sacarme prenda por prenda hasta quedarme en remera y los tan llamados sacos de verano. Tampoco me gusta por su indecisión, me hace acordar a mi. Tan impulsiva para algunas cosas y tan indecisa para otras tantas. La ambigüedad me asusta a veces. Decía, nunca me gustó la primavera pero esa no fue tan insoportable. Tal vez la pude soportar por ese beso que me diste en Callao y Corrientes mientras esperábamos para cruzar, o tal vez fue porque cada vez que estabas cerca mío sentía que me conectaban a 220. No lo sé.
Ahora es invierno y vos y yo estamos en cada polo de Buenos Aires, separados por miles de calles que no nos animamos a cruzar. Que no te animaste a cruzar. Tuviste miedo. Me miraste a los ojos y tuviste miedo. Sentiste eso que yo tanto intentaba ocultarte y tuviste miedo. Y lo entiendo. Aunque tener que dejarte ir cuando se acercaba el otoño fue casi un acto heroico de mi parte. Te salvé de sentir esto en carne propia. Te salvé de que me tengas que dar excusas baratas. Te dejé yo porque sabía que vos no podrías con la culpa. Está bien, ahora entiendo. La primavera que se acerca va a ser la segunda sin vos, eso sí que no lo entiendo. No entiendo cómo puedo despertarme cada día y ver a la naturaleza florecer mientras yo me apago, no entiendo cómo puedo presenciar esto y no parar de caminar. No entiendo cómo no muero cada vez que escucho las canciones de esa banda que tanto te gustaba y que me hiciste conocer. O tal vez sí entiendo. Pero prefiero no hacerlo.
Ayer me pareció oler tu perfume y me asusté. Estaba yendo al trabajo, caminando por microcentro y me asusté. Casi que te veo por el rabillo de mi ojo, escondido entre mis rulos, cantándome canciones de Luis al oído. Casi que te veo sonreír. Casi. Sentí que me gritaban y me empujaban. Casi.
No sé qué es peor, si el café con leche frío sobre la mesa o mi capacidad de colmar el cenicero de cenizas en unos pocos minutos. Las ansias reportándose. Y las ansias saben qué vendrá, por eso ansían aún más. Saben que vos estás a un, dos, tres pasos de acercarte a mi mesa. Las ansias saben que con solo ver tu mano ya sé que sos vos, aunque esté mirando por la ventana yo sé que sos vos. Te miro, no, no hace falta que pidas permiso para sentarte, ya sabés cómo es la cosa. Me sonreís. No, no me sonrías, haceme odiarte pero no me sonrías. No sé qué decís pero sonrío por compromiso. O tal vez no. Tal vez sepa perfectamente qué me estás diciendo y por qué estoy sonriendo, nada más te quiero evitar.
Un, dos, tres, tu mano sobre la mía. Es primavera otra vez.

1 comentario: